domingo, 20 de diciembre de 2015

MEJORA DE LA AUTOESTIMA

 
 
La palabra autoestima se prodiga en medios de comunicación, libros de autoayuda, textos profesionales de la educación, salud mental y ayuda social,... Sin embargo, algunas personas lo miran con cierto recelo pues lo asimilan erróneamente a autosuficiencia, orgullo y presunción, en contraposición a la humildad. Pero, ¿qué es autoestima?, ¿cuál es su origen y manifestación?, ¿cuáles son las bases psicológicas de la autoestima?, ¿cómo lograr un carácter equilibrado mejorando la autoestima?.

Autoestima es la estima propia. Es el componente emocional del autoconcepto o representación mental que tenemos de nosotros mismos. La autoestima es un concepto global, de tal forma que uno puede tener una buena o mala autoestima en general, pero también es un concepto parcial, de tal forma que uno puede tener un buena autoestima profesional pero mala autoestima personal o viceversa, y todavía ésta se puede subdividir en autoestima física, intelectual, social, sexual, ... pudiendo existir diferencias entre sí.

La autoestima es la virtud de carácter que nos permite regular nuestra conducta con metas de superación personal, marcándonos objetivos a corto, medio y largo plazo que nos motiven a perseguir un proyecto vital. La autoestima está relacionada con el valor que damos a la vida, a los demás y a nuestra propia dignidad como personas, de tal forma que nos cuidamos y cuidamos de los demás sin abandonarnos a la apatía, el abatimiento y el desespero frente a la rutina o adversidades de la vida. Por autoestima, las personas hacen aquello que les hace sentir bien: cuidan su estado de salud, buscan la excelencia en su trabajo, cultivan su vida espiritual, realizan actividades recreativas de ocio y tiempo libre, cultivan las relaciones familiares y sociales, dando a los demás el trato que les gustaría recibir para sí mismos.

El origen de la autoestima está en los primeros años de desarrollo infantil (0 – 3 años), dependiendo de las pautas de crianza con atención de las necesidades básicas de higiene, alimentación, abrigo y afecto incondicional, así como las necesidades más elaboradas de educación con un equilibrio entre el amor y el ejemplo. El uso adecuado de pautas correctivas de conducta por parte de los padres es determinante en la formación de una buena autoestima en el niño. En efecto, niños criados con desapego, abandonados a sus necesidades más básicas, crecen con carencias de afecto que están en el origen de una pobre autoestima. Estilos educativos de sobreprotección o autoritarismo, con un exceso de afecto o de normas mal entendidos, también producen una baja autoestima por los sentimientos de inseguridad y temor que producen en la personalidad del niño.

Ya como adultos, podemos tener una buena autoestima profesional, pero a la vez tener una autoestima emocional o social disminuidas por los sentimientos infantiles de inseguridad y temor antes mencionados. Esto se manifiesta en conductas externas de pasividad o agresividad en el manejo de conflictos interpersonales, con dificultad para ejercer derechos básicos como expresar sentimientos negativos, pedir algo, decir no ante peticiones poco razonables, dar una opinión, aceptar o rechazar críticas, actuar de forma diferente a como los demás esperan, etc...

La autoestima puede mejorarse. No es un rasgo innato de carácter del que unos disfrutan y otros carecen sin remedio. Se puede mejorar por tanto, tomando la firme determinación de no depender de sentimientos y circunstancias negativas mientras alimentamos nuestra mente con actitudes y pensamientos realistas y positivos acerca de los demás, de las circunstancias y de nosotros mismos, de nuestras posibilidades y limitaciones, y aceptándonos plenamente con todo ello, sin renunciar a mejorar nuestras vidas. En este sentido, la autoestima puede mejorarse sensiblemente aplicando las siguientes recomendaciones:

Distinguir la persona de la conducta.
Podemos aceptarnos a nosotros mismos, lo cuál no implica aprobación moral de nuestra conducta, evitando etiquetas globales descalificadoras.

Practicar la comprensión y aceptación. Aceptar no significa estar de acuerdo con nuestros actos, especialmente cuando implican un perjuicio para nosotros mismos y/o para los demás. Solamente que tenemos en cuenta las circunstancias que rodean nuestra conducta, entendiendo que puede ser fruto de la torpeza, ignorancia o perturbación, antes que de la maldad.

Manejar adecuadamente los sentimientos negativos de rechazo, temor, inferioridad y culpa que a menudo acompañan a los errores, críticas y fracasos, entendiendo que éstos son parte inherente de la vida y que funcionan también como fuente de aprendizaje. Distinguimos el error mismo de las consecuencias del error, de tal forma que aceptamos el error como un hecho mientras que tratamos de reparar las consecuencias. No nos sentimos mal con nosotros mismos por el hecho mismo de cometer un error, sino más bien por las consecuencias que pueda tener.

Buscar la satisfacción personal en nosotros mismos y no tanto en la aprobación de los demás, buscando la fuerza en nuestro interior y no en el respaldo incondicional de personas que podemos considerar erróneamente como más fuertes que nosotros pero que inevitablemente terminarán por defraudar nuestras expectativas. Por tanto, tener un concepto realista de nosotros mismos como seres limitados y falibles, pero iguales en dignidad a cualquier otra persona.

La mejora de la autoestima es un proceso lento y progresivo, que exige dedicación y esfuerzo, pero que al fin ofrece resultados positivos a todo aquel que se ejercita en las recomendaciones indicadas, involucrando a toda la personalidad en el proceso de cambio: Intelecto, emociones y voluntad.
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© Francisco Gómez Moreno - Kairós Psicología 2013